lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Cuál es tu sexo? Géneros e incertidumbres

“Ella estaba simple y sencillamente asustada; asustada de encontrar penes
en su baño y testosterona en su novia”, Raven Kaldera (1).

Verónica Villalba Morales

Eduardo, mi nuevo amigo dominicano, me pide que escriba sobre género para su revista universitaria, pensando en cómo abordarlo, la noticia de Casper Semenya, la corredora sudafricana campeona de los 800 metros planos en el Mundial de Atletismo de Berlín (agosto 2009), cuyo sexo fue puesto en duda, llega a mí.

La mejor forma de explicar teoría de género es desde la realidad, dice Edu, pero ¿Qué teorías? ¿Qué realidades? Si soy yo la que escribe tendrán que ser las mías…
Hace unos años atrás si me pedían que escribiera sobre teoría de género en un artículo lo hubiera hecho desde lo que yo llamo ahora: el lamento feminista, es decir, desde la discriminación que sufrimos las mujeres en la sociedad en los diferentes ámbitos de la vida pública y privada, la posición desigual que vivimos con respecto a los hombres, basada en construcciones culturales sobre ambos sexos biológicos: hombres y mujeres, lo masculino y lo femenino.

Hablaría de las consecuencias de esa discriminación, la violencia sexual, la violencia doméstica, el acoso sexual, la inequidad en el poder, y cómo se ha avanzado en ello, las políticas de igualdad, intentaría hacer un análisis profundo, (al mejor estilo de mis compañeras feministas, las llamadas vacas sagradas en el feminismo, son las intelectuales reconocidas en América Latina en diversos ámbitos, con las que compartí muchos años de activismo y trabajo), sobre los avances con esas políticas, los mecanismos de adelantos para la mujer, lo mucho que hicimos y lo que todavía queda.

Sin embargo esos enfoques hoy para mí, como feminista, han quedado vacíos, porque no incorporan los cuestionamientos que se vienen haciendo desde hace muchos años a ellos, la crítica hacia la misma base de la teoría de género, fundada en la diferencia sexual biológica, desde la cual esas políticas y propuestas son desarrolladas. Y lo del lamento feminista, lo dejo para explicarlo en un próximo artículo.

Vacíos, porque parten de la premisa mujer/hombre/masculino/femenino, es como si en este mundo solo viviéramos mujeres y hombres, con penes por un lado y vaginas por el otro. ¿Hombres y mujeres tenemos la certeza de nuestros sexos? La mayoría diría que sí, ¿cómo vamos a dudar de algo tan básico? A no ser que seamos lesbianas, gays, bisexuales, homosexuales, transexuales, transgéneros, intersexuales y la lista, que puede seguir, de “gente rara” que no está segura de su sexualidad y que es calificada y diagnosticada como anormal.

Sin embargo, ¿Quién tiene su carta cromosómica a través de la cual se le diagnosticó su sexo al nacer? Yo conozco a una amiga que la tiene, porque al igual que de Semenya, dudaron de si sería una niña, pregunta que finalmente fue disipada con un pronóstico médico: es niña.

Pero yo no tengo la mía, y la mayoría de la gente no la tiene, entonces ¿cómo se diagnostica el sexo de un nuevo ser? Y, parece ser que, mirando los órganos genitales de la guagua (como se dice a lxs bebés en Chile): vaginas y penes; una vagina o un pene, esa es la diferencia sexual, el género vendría hacer, lo que se construye sobre ese sexo biológico, desde esa teoría de género, pues, afortunadamente, hoy existen muchas otras que critican a ésta, justamente porque lo que hace ella es reforzar el binarismo sexual.

Semenya, como muchas otras deportistas en la historia, tuvo que padecer que su sexo haya sido puesto en duda, pues su forma de ser femenina no era tal, además dicen que no le gustan los hombres como dicta el mandato de la heterosexualidad obligatoria. Su apariencia, más bien masculina para los stándares femeninos culturales y globales (mujeres frágiles, delgadas, sin bello facial, y que además anhele ser deseada sólo por hombres, y desea sólo a ellos), puso en cuestión lo que tenía entre las piernas, y esa duda en las competencias deportivas puede equivaler a una expulsión, como ya ha sucedido con otras, en épocas anteriores.

En los juegos Olímpicos entre 1967 y 1999 toda mujer que deseara participar debía someterse a una prueba de sexo, que consistía en un reconocimiento físico (imagino que miraban si tenían vaginas) y un análisis de ADN que detectaba si entre sus 23 parejas de cromosomas había alguna Y, lo que implica una señal de masculinidad: los hombres por lo general tienen en cada célula un cromosoma Y más uno X, y las mujeres dos X (2). Si aparecía una Y en el examen “la deportista” pasaba a ser expulsada, pues no cumplía con los requerimientos del sexo femenino.

Pero, como nos lo demuestra la deportista Caster Semenya (como otros casos parecidos, y todo un movimiento social internacional de personas transgénero, intersex, transexuales que son quiénes realmente conocen este tema porque lo viven, lo piensan, y tratan de cambiar la sociedad desde ahí), los cuerpos y los deseos de las personas son tan diversos que no caben en ese sistema sexo/género que rige nuestras vidas. ¿Entonces, existen cuerpos a los que se pueda definir como “mujeres” y otros como a “hombres”? ¿Si? La pregunta está hecha al revés adrede, porque generalmente se parte de una certeza absoluta sobre los cuerpos, sobre los genitales, más precisamente.

¿Tendré una Y entre mis cromosomas?, si la tuviera, tendría un índice de masculinidad, en qué me convierte eso? Cuando decimos mujeres, en quiénes pensamos? En vaginas? Y en hombres, en penes? Yo, ya no estoy segura de eso: ¿cuál será mi sexo? ¿Y el tuyo?.


1 Extraído de Fireweed n° 69 Toronto, Canada, 2000 (Traducción: Mauro Cabral).
2 El sexo no es sólo una Y, Carlos Arribas, Emilio de Benito. Diario El País, 25 de agosto de 2009, edición internacional, elpais.com.

1 comentario:

Las Choras del Puerto dijo...

Hola muchos cariños desde nuestro puerto,,,, continuemos en la lucha por nuestros derechos que jamás se transaran!

Saludos choros